Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 23 de junio de 1887
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. López Domínguez, .al Sr. Dabán, al Sr. Cánovas del Castillo y al Sr. Castelar
Número y páginas del Diario de Sesiones: 122, 3900-3902
Tema: Propósito incidental del Sr. Romero Robledo pidiendo al Congreso acuerde que verá con gusto que el Gobierno declare que no se suspenderán las sesiones hasta convertirse en leyes los proyectos de reformas militares

No teman los Sres. Diputados que vaya a molestar por largo rato su atención. En mi deseo de evitarles esta molestia, no me había hecho cargo de algunas palabras pronunciadas por el Sr. López Domínguez, por el Sr. Dabán y por el Sr. Cánovas del Castillo; pero ya que me levanto a exponer algo en respuesta a las elocuentes de mi particular amigo Sr. Castelar, diré al Sr. López Domínguez que no ha tenido motivo para incomodarse conmigo, porque yo haya dicho que las reformas de S.S. se indicaron, pero que no las hemos visto. Las reformas de S.S. eran de dos clases: las que hizo por decreto, y las que ofreció en el mensaje de la Corona. Vimos las reformas que S.S. hizo por decreto; pero ¿y las otras? (El Sr. López Domínguez: Estaban en el Parlamento tres proyectos de ley). ¿Tres proyectos de ley en el Parlamento? (El Sr. López Domínguez: Sí; dos en el Congreso y uno en el Senado). No recuerdo más que el proyecto referente al aumento de sueldo a los oficiales. (El Sr. López Domínguez: Y el de Montepío, y el de división territorial). De todas maneras, no tiene S.S. motivo para incomodarse, porque no creo que esas fueran todas las reformas que S.S. había ofrecido; serían, a lo más, parte de ellas.

Al Sr. Dabán debo decirle que acepto por completo hoy las mismas ideas de la enmienda que tuve el honor de apoyar cuando en la discusión del mensaje combatió las ideas del Sr. López Domínguez; de manera que, en todo caso, quien ha cambiado es S.S. y no yo, S.S., lejos de encontrar contradicción en mis ideas, tiene que reconocer que las confirmo.

Respecto a la importancia de S.S. dentro del partido, es la misma que la que tienen otros correligionarios que ocupan la posición de S.S.

No sé si en la minoría liberal del Congreso había un militar de más graduación que S.S.; si lo había, llevaría, como era regular, la dirección de los asuntos militares; si no lo había, la debió llevar S.S., que no hubiera sido justo que la hubiese llevado un hombre civil estando un militar presente, aunque no tuviera la importancia que S.S. tiene.

Me he hecho cargo de esto, aunque vale poco, porque parece ser que el otro día, no estando yo aquí presente, indicó S.S. algo así como haberle yo considerado como el director del partido en la parte militar: no; jamás he dado a S.S. esa dirección; hubiera sido impropio de mí el hacerlo, porque teniendo en el partido liberal muchos militares de más graduación que S.S. y que valen, por lo menos, tanto como su señoría, no era regular que yo diera a S.S. una dirección que a otros con más derecho correspondiera.

Señores Diputados; estamos tratando de demostrar que ni las reformas militares, ni ninguna otra clase de reformas, se pueden discutir en este tiempo, y con el ejemplo venimos probando lo contrario, puesto que estamos manteniendo una discusión apasionada y ardorosa, que no puede conducirnos a nada, y sin embargo, estamos aquí reunidos desde primera hora afirmando todos que es el tiempo menos a propósito para este género de discusiones.

El Sr. Cánovas del Castillo discutía la tesis de que no se puede discutir ahora, y lo hacía con más calor y apasionamiento que ha empleado jamás. ¿Y para qué todo este ruido? Porque, en último resultado, todo consiste en lo siguiente: el Gobierno, en uso de su derecho, escoge uno de los diversos proyectos que tiene presentados, y el Sr. Presidente de la Cámara, de acuerdo con el Gobierno, pone este proyecto a discusión. ¿Por qué todo este incidente? ¿Por qué todas estas dificultades? ¿No está el Gobierno en su derecho escogiendo para la discusión el proyecto que cree conveniente entre los que tiene presentados a la Mesa? Si hubiera escogido otro, ¿habría pasado nada de lo que está ocurriendo? ¿Por qué ha de pasar lo que ha pasado? Todo consiste, pues, en la intervención del Sr. Romero Robledo, porque, la fin y al cabo, su señoría empieza por hacer una pregunta a la que el Gobierno no tiene más contestación que dar. Dice el Sr. Romero Robledo: ¿es que discutís el proyecto para que sea ley o sólo para discutirlo? Pues no [3900] cabe más que una contestación; lo discutimos para que sea ley: todo lo que se presenta a discusión al Congreso es para que sea ley: ¿cuándo, cómo, de qué manera ha de serlo? Eso no depende del Gobierno, sino de las minorías y de otras muchas circunstancias. El Gobierno no puede responder más que de su buena voluntad para que el proyecto se convierta en ley, pero de cuándo y cómo los proyectos han de quedar discutidos, el Gobierno no puede responder. ¿Ha de ser ley este proyecto en esta legislatura? El Gobierno lo desea; al ver los bríos con que esta tarde se discute, bien puede suponer que si quieren las oposiciones, ley será, pero no lo sabe. ¿Y porque no llegue a ser ley en esta legislatura ha de dejar de discutirse? Todo proyecto importante puede exigir más de una legislatura; si se quisiera acabarlos todos en una legislatura no habría proyecto importante que llegara a ser ley, un proyecto se discute hasta donde se puede; si se termina, es ley y si no, ya hay algo adelantado para la legislatura siguiente.

Por no molestar más al Congreso no quiero discutir con el Sr. Cánovas del Castillo el sentido, el espíritu y la significación de la proposición incidental del Sr. Romero Robledo. Yo afirmo que esa proposición es irregular y anómala; yo creo que si no ataca directamente el uso de la Regia prerrogativa, por lo menos embaraza su ejercicio; y yo entiendo, en fin, que es irregular que el Congreso haga recomendaciones al Gobierno, que pudiera, por circunstancias especiales, no cumplir, en cuyo caso quedaría mal el congreso ante el Gobierno. De todas maneras, me parece que no quedan perfectamente en su lugar, ni la Regia prerrogativa, ni la dignidad del Congreso; y en este sentido y por esta razón no puede admitir el Gobierno, ni cree admitirá la mayoría la proposición presentada.

Tiene razón el Sr. Castelar; no deben ser las cuestiones militares cuestiones políticas; pero en verdad, en verdad que no es el Gobierno responsable del carácter político que se ha dado a las reformas militares; porque desde el primer día ha dicho aquí que no quería considerar esto como obra exclusivamente del partido liberal, sino que debiera ser obra de la Nación, que debía salir de los estrechos moldes de los partidos, para, en todo caso, explanarse o desarrollarse en los amplios horizontes de la Patria. No ha tenido, pues, el Gobierno la culpa; ha invitado siempre a la discusión; se ha presentado con un espíritu amplio de transacción, y ha querido evitar todas estas discusiones pequeñas y todas estas interpretaciones que se daban al proyecto de ley sobre las reformas militares.

Yo no sé por qué ha de tener el Gobierno presentimientos de peligro de que las reformas militares se discutan o no se discutan; indudablemente me entendió mal en este punto el Sr. Cánovas del Castillo. Lo que dije yo es, que dada la interpretación que se daba a las reformas militares, cuando se hacía entender que las presentadas por el Gobierno significaban antagonismos entre las diferentes armas del ejército, y que se querían explotar esos antagonismos; cuando el Gobierno por el contrario lo que quería procurar con esos proyectos era la confraternidad, la armonía, la compenetración de las diversas armas del ejército, porque si son diferentes por el carácter distinto que tienen y por la diversidad de funciones que desempeñan, son iguales en los servicios que prestan y en los merecimientos que adquieren, no quería el Gobierno que quedara esa arma para ser explotada como tea de discordia por las malas pasiones, o por los perturbadores de oficio. Esto es lo que dije, y no que las reformas militares fueran una tea incendiaria. Y así debió entenderlo todo el Congreso cuando recibió mis palabras con asentimiento, menos el Sr. Cánovas del Castillo; porque si otra cosa hubiera dicho, en lugar de haberme manifestado ese asentimiento el Congreso habría revelado la misma extrañeza que el Sr. Cánovas manifiesta.

Como necesidad de Gobierno, y como cuestión de Gobierno ha creído que debía anteponer esta reforma a otras que tiene presentadas. ¿Por qué estas dificultades de la discusión? ¿Por qué decir que se quieren discutir, y, sin embargo, no se discuten? No quiere el Gobierno dar a estas reformas más carácter que el que realmente tienen; carácter verdaderamente nacional. En este sentido apelo al patriotismo de todos para discutirlas, y para discutirlas con buen fe y con buena voluntad se puede adelantar mucho en ellas. Yo no sé si concluirán; pero sí creo que pueden adelantar mucho; y todo lo que se adelante, hecho quedará para la legislatura que viene, y entre tanto, Sr. Castelar, el Gobierno no ha abandonado ninguna parte de las demás reformas políticas; mientras nosotros discutimos aquí las reformas militares, el Senado puede terminar la discusión del Jurado; ya ha concluido la ley de asociaciones; de manera que ya ve el Sr. Castelar, y ve también el Sr. Romero Robledo la contestación que les puedo dar cuando preguntan: "¿y qué va a hacer el Senado mientras discutimos aquí las reformas militares?" Pues el Senado tiene mucho que hacer: tiene una ley que discutir muy importante, complemento de ésta que tenemos en el Congreso; y tiene además la ley del Jurado, y una proposición de leyes económicas; de manera, que los dos Cuerpos Colegisladores tienen tarea si los Sres. Diputados y los Sres. Senadores quieren trabajar a pesar de este calor que se siente; que, al fin y al cabo, como para todos se siente, todos participaremos de él, y para todos será igual de molestia.

No demos, pues, a esto más importancia de la que tiene; los que creen que las reformas militares son buenas, deben tener deseo de discutirlas; los que juzguen que son malas, también deben tener deseo de discutirlas para demostrar que son malas y para corregirlas; que el Gobierno no se opone a ello porque no ha presentado este proyecto con un espíritu cerrado, sino que dentro de estas reformas hay un amplísimo espíritu completamente abierto a toda observación razonable que se haga. Por consiguiente, los unos y los otros tienen interés en que se discutan las reformas militares, y lo tienen también hasta para desvanecer ciertas ideas mal interpretadas de los que no son ni amigos del ejército, ni amigos de la situación, ni amigos, por consiguiente, del Gobierno; y créame el Sr. Romero Robledo, ni amigo de S.S. ni amigo de la fracción que capitanea, mientras esté en la actitud que está, como espero ha de continuar toda la vida.

Yo deseo, Sres. Diputados, que todos, lo mismo los amigos que los adversarios, se convenzan de los patrióticos propósitos que al Gobierno han guiado en esta cuestión; que le ayuden mientras las Cortes estén abiertas; el Gobierno por su parte adelantará los trabajos [3901] parlamentarios, no sólo en lo que se refiere a las reformas militares, sino en lo que concierne a otras políticas de gran importancia; desea adelantar todos los trabajos todo lo que pueda, porque en la vida pública como en la vida privada no hay más que un camino derecho, que es el camino de la sinceridad en el cumplimiento de aquello que se ha ofrecido; y el Gobierno tiene prisa en cumplir todos sus compromisos, y al efecto quiere adelantar en los trabajos parlamentarios pendientes todo lo que pueda, hasta el punto que si quedan adelantados, esta legislatura continúe, en lo que del Gobierno dependa, para darlos después por terminados antes de comenzar la tercera.

De todas maneras, si las reformas militares no pueden ser ahora ley, si no pueden serlo tampoco otros proyectos importantes como ellas bajo otro punto de vista, deber es del Gobierno que quede bien demostrado que no es por falta de voluntad del Gobierno; sino porque dificultades parlamentarias, que no ha podido dominar, se lo han impedido; y con esto el Gobierno quedará tranquilo, porque sabrá el país que ha querido cumplir sus compromisos hasta donde le ha sido posible, pero que no ha logrado vencer ciertas dificultades parlamentarias que no ha estado en su mano eliminar. [3902]



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